Los resultados del último estudio de IATA sobre la satisfacción de los pasajeros de las líneas aéreas son demoledores: no es posible encontrar relación alguna entre la felicidad de los viajeros y el éxito comercial de las aerolíneas.
Los resultados del último estudio de IATA sobre la satisfacción de los pasajeros de las líneas aéreas son demoledores: no es posible encontrar relación alguna entre la felicidad de los viajeros y el éxito comercial de las aerolíneas.
Captar la atención y suscitar el interés de la audiencia deseada evocando las emociones adecuadas, es el objetivo principal de las marcas en los primeros puntos de contacto del Customer Journey.
¿Te has parado a pensar en el dinero que dejas de ganar y en los costes adicionales en los que incurre tu marca cuando provocas malas experiencias en tus clientes?
Para que una marca pueda desarrollar todo su potencial, es esencial comprender dónde empieza y termina la experiencia de sus clientes con la misma.
Crear una marca pensando en el dinero que va a generar es como pretender pintar un cuadro con un modelo matemático. Un bluff. Detrás de todas las mejores marcas siempre hay un propósito, un problema que resolver, una diferencia significativa que marcar. Su rentabilidad es una consecuencia, no un fin.
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Indistintamente de cómo se posicione una marca en su mercado, no es casualidad que aquellas que se comprometen con la excelencia en la gestión de las experiencias que generan, sean las más valoradas y recomendadas por sus clientes, empleados y accionistas.
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En el anterior post vimos un marco con el que enfocar la marca hacia el cliente. Hoy vamos a ver cómo utilizarlo para resolver problemas concretos.
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De afirmar que una marca está enfocada al cliente, a que este la perciba, la sienta y la valore como tal, media un abismo. Tan solo aquellas marcas capaces de facilitar y mejorar la vida de sus clientes a través de soluciones experienciales, estarán en condiciones de que nos las creamos, las prefiramos, y las recomendemos.