Las charlas de motivación o inspiración se han convertido en una de las áreas de mayor demanda de la “industria del liderazgo”. Su utilidad está en entredicho.
Las charlas de motivación o inspiración se han convertido en una de las áreas de mayor demanda de la “industria del liderazgo”. Su utilidad está en entredicho.
En ocasiones, ponerse en el lugar del otro es una mala idea. La empatía puede distorsionar nuestro razonamiento y hacernos actuar en base a clichés y sin razonar.
Si diriges un equipo, te encontrarás con que frecuentemente tus compañeros no solo te pregunten lo que tienen qué hacer, sino porqué tienen que hacerlo. Ser capaz de responder a esta pregunta con convicción es persuadir.
El trabajo de un líder consiste en establecer la dirección de su organización, alinear a las personas que la componen y motivarlas e inspirarlas para que se responsabilicen de crear un futuro mejor para la misma. De su capacidad de comunicación dependerá que lo consiga o no.
Imagínate que has preparado minuciosamente una ponencia. Conoces a la perfección el tema, has ensayado varias veces, e incluso has trabajado tu lenguaje corporal. Una vez en escena, sin embargo, percibes que tu audiencia no siente el menor entusiasmo por lo que les estás contando. ¿Qué ha fallado?
La persuasión es el eje central de los negocios. Antes de lanzar un producto, o un servicio al mercado, alguien tiene que convencer a la alta dirección de que convencerá a un número suficiente de personas, tanto de consumidores, como de inversores. Es un bucle de influencia continua. Y sin embargo, son muy pocos los ejecutivos con capacidad para comunicar con convicción, y no digamos ya para inspirar.