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El privilegio de presumir de tener algo que otros no pueden tener, está transformándose en el privilegio de hacer algo que otros no pueden hacer.
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El privilegio de presumir de tener algo que otros no pueden tener, está transformándose en el privilegio de hacer algo que otros no pueden hacer.
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Las experiencias definen nuestra relación con las marcas. Tanto es así que la gestión de la experiencia de cliente se está convirtiendo en una de las funciones más críticas para un creciente número de organizaciones en las que diferenciarse de sus competidores de manera relevante, sostenible y rentable resulta cada vez más complejo.
No existe nada que pueda considerarse como una marca de lujo genérica. Las marcas de lujo pueden percibirse de distinta manera por distintas personas, e incluso pueden contener distintos significados para una misma persona.
A pesar de que los bienes y los servicios de lujo están muy lejos de ser homogéneos, es difícil encontrar una clasificación efectiva que ayude a categorizarlos para mejorar su gestión.
Que las nuevas tecnologías de la información y la comunicación han hecho saltar por los aires tantos viejos de modelos de negocio, como estimulado las oportunidades para la creación de otros tantos nuevos, es obvio. Sorprendentemente, la gran mayoría de las organizaciones continúa postergando sine die la reestructuración de sus departamentos de marketing, con personal, estrategias y procesos anclados peligrosamente a un pasado que no volverá.
Extender el capital de una marca de lujo hacia nuevos territorios es una tentación omnipresente para sus gestores. Sin embargo, el hecho de que las probabilidades de hundir su prestigio por el camino, sean más altas que las de multiplicarlo, hacen que se cuestionen continuamente la manera de discriminar qué alternativas tendrían éxito y qué otras no.
Al lujo le gusta asociarse al arte, porque como este, busca ser percibido como intemporal y universal.
El lujo como concepto, trasciende lo material. Está sujeto a un contexto tanto social como individual. Así, lo que entendemos por lujo, varía con el entorno (el momento y el lugar) y con las percepciones individuales.